Al menos no soy lo que representa
Will Smith o todos los que defienden, justifican o excusan su bofetón a
Chris Rock en la reciente gala de
los Oscar. Porque en una simple bofetada, adornada con cientos de
memes y acaloradas discusiones a favor y en contra, se resume todo lo que emana de la
masculinidad tóxica.
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La reacción
violenta de Will Smith al chiste desagradable e inapropiado –por decir algo– que Chris Rock lanzó sobre
Jada Plinkett es todo lo que arrastra esa masculinidad. Hasta la pose y la parafernalia, haciendo el
paseíllo de ida y vuelta, como el
gallito –macho– pavoneándose:
"¿Habéis visto cómo defiendo a mi mujer?". Los posteriores gritos de
energúmeno:
"¿Me oís todos bien?". Y
la agresión, la violencia física como respuesta. Un modelo de masculinidad que es un obstáculo más para lograr una necesaria
igualdad de género.
"El amor te hace cometer locuras".
Machismo de libro.
"Así es como muere la libertad, con un estruendoso aplauso". Parafraseando a
Padme Amidala en 'La venganza de los Sith', todo el auditorio de la ceremonia
aplaudiendo en pie al ganador del Oscar. Y el aplauso sobrepasa el Dolby Theatre de Los Ángeles. Medio mundo aplaude. Algunos sin rubor, otros excusando el bofetón con la defensa del ser querido. El
hombre ha defendido a
su dama. Aplausos.
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Ahora explícale al niño de diez años que la ofensa hay que rechazarla con serenidad, educación y argumentos, nunca
con violencia. Hace
diez años, cuando aún cambiaba pañales y pasábamos noches entre tomas, ni pensaba en estas cosas. Bastante teníamos encima. Los problemas eran más
inmediatos. Nunca se me pasó por la cabeza la hondura de los otros retos que con los años me plantearía
la paternidad y la crianza. Uno siempre piensa en
el futuro, sobre todo cuando ese porvenir
asusta. Pero entonces no llegaba ni a imaginar la imposición que me hago hoy en día de intentar educar en
feminismo, en empatía, en cuidados. Es
obligatorio, porque así me lo he autoimpuesto, por necesidad, por justicia, por reparación. Porque hace diez años no me estremecían ni avergonzaban episodios tan
bochornosos como el de Will Smith ni el aplauso posterior. Porque no quiero ser el padre que, hace diez años, hubiera podido dar
ese aplauso.
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Tras
diez años de paternidad, no soy el padre que pensaba que sería. Atrás quedaron muchos años en los que sentía esa
masculinidad dominante –no tan violenta, aclaro– más a flor de piel. Aún sigue ahí, escondida tras cabreos, contrariedades, estrés, exigencias, convenciones y estereotipos a los que acudimos como
excusas constantemente. Pero con el paso del tiempo, paciencia y
conciencia, y la compañía de mi
familia y un puñado de amigos y amigas, sigo intentado no ser
el padre que no querría ser,
el hombre que no quiero ser.
¡Que la Fuerza os acompañe!
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rosagemma.com
ResponderEliminarTener una guía familiar ayuda a establecer una comunicación efectiva con nuestros hijos, proporcionando estrategias y herramientas para mejorar el entendimiento mutuo. Facilita el diálogo abierto y fortalece la relación familiar, creando un ambiente de apoyo.