Mi
Peter Pan tiene ya
46 años. Cuarenta y seis. En realidad treinta y nueve más siete, recién cumplidos. Hace no mucho tiempo solía usar la frase
"el hombre tiene la edad de la mujer que ama", defendiéndome o excusándome por
mis canas. Ahora tengo hijos. Y obviamente no puedo cambiar mi edad por la de los niños, pero hay ocasiones en las que con ellos –cambia
con por
junto a o
por ellos– me siento como tuviera su inocencia, su capacidad de asombro y de
disfrutar de las cosas simples. Logran ese contagio
mágico, hacer que lo vea todo a través de sus ojos y sus sonrisas, y acercarme un poco a
sentirme como un niño. Cuarenta y seis añazos de
Peter Pan.
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Apenas recuerdo mis
siete años, la verdad. Sí, tengo memoria de algunos juguetes, los
Tente o los
Clicks de Famobil, y de compartir habitación y juegos con
mi hermano. Cuatro décadas después,
el juego ha vuelto a instalarse en mis días. Al menos en mi tiempo libre. Y no me refiero a volver a encender
la consola o el PC para pasar horas conquistando mundos o campeonatos de fútbol. Esta semana hemos hecho hueco, y
los juegos de mesa de los padawanes ya tienen su estantería en el salón de la
Academia-Jedi. Y mi
Peter Pan está encantado.
Me veo hojeando catálogos de juegos, visitando webs y tiendas, y consultando guías y reviews como las de
Juls de
BaM! o
Joaquín de
Padres Frikis. Los
juegos de mesa han vuelto, pero también los puzzles, y los
Legos. Y me entrego por completo a ello, con –
junto a,
por– ellos.
Peter Pan desatado. A veces me da la impresión de que el que
disfruta más de todo esto soy
yo mismo, más incluso que ellos. Vuelvo a soñar con
dados D10, con volver a jugar y dirigir partidas de
rol.
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Y mi
yo viejoven no anda más inquieto sólo por los juegos. Incluso las
películas y los
dibujos, y hasta los
cómics. Atrás quedaron las
pepapigs y los
pocoyós de los primeros años. Ahora reconozco que ven –vemos– series que me sacan
alguna sonrisa. Y deseando estoy de que empiecen a leer libros como los de
Alex Colt, o de ir de nuevo al cine a ver alguna que otra
película infantil con la excusa de llevarlos a ellos. La misma excusa que con las visitas recientes a los
museos o a parques temáticos de
dinosaurios. Uno de los momentos más divertidos e intensos junto a
Luke fue compartir con él una
atracción en 4D de esas que nuestro asiento se movía como si estuviéramos
dentro de la película. Nos agarramos, nos reímos y chillamos como locos. Lástima que
Leia no pudiera entrar por su estatura... ¡Una razón más para su insistencia en volver a
Dinópolis el año que viene!
•
La tendencia y el
boom actual de los juegos de mesa y de rol, la cantidad de blogs y webs de ocio familiar con juegos, cine y literatura, y la cultura popular y la democratización del
frikismo... Todo es una confabulación para que
mi niño interior esté sobreexcitado. Si a eso le sumamos que hace ya un par de años decidí
mudarme a Nunca Jamás, seguiré sumando canas a mi
Peter Pan...
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Y ahora perdonadme, pero la pequeña
Leia me espera en su cama para contarme más de la última aventura de las
Princesas Dragón y los
tartarugos...
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P.S.: Este post tiene su continuación aquí:
Campanilla.
¡Que la Fuerza os acompañe!
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Mi Peter Pan interior creo que se esfumo hace tiempo. Pero te leo y noto un hormigueo...igual no se murió y sigue por ahí escondido. Necesito tiempo, tiempo que la vida no me da y mientras tanto pisoteo todo lo que quedaba de la aquella niña que fui.
ResponderEliminarGracias JM por tus palabras.
Puede ser Peter Pan, Wendy , y Campanilla. Todo tiene su momento. Sigue buscando tu sombra, aunque tengas que revolver los cajones y armarios. Los niños que fuimos siguen ahí. ;)
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