No es por ti, es por mí...

Yo soy el que tiene prisa . Yo soy el que tiene el reloj en la cabeza. Tic Tac Tic Tac detrás de los ojos. Yo soy el se pone de los nervios si te pones la camiseta o los zapatos al revés, si no te subes la cremallera, si no te abrochas el botón. Yo soy el que quiere que salgamos ya, el que quiere que estés preparado para salir ya . Yo soy el que se desespera porque tu hermana tarda en acabarse la leche. Porque tu hermano quiere vestirse conmigo al lado. Yo soy el que tarda un segundo de más en darme cuenta y en pedirte perdón por tirarte del pelo al hacerte la coleta . Y en darte un beso para que me perdones, aunque no haga falta . Yo soy el que olvida estas cosas. El que deja que las prisas me hagan olvidar lo que realmente tengo que hacer. Lo que necesitáis. Yo soy el que se olvida de lo importante que es ese Pikachu, ese dinosaurio, esa tarjeta. Lo importante que es irnos al cole con ese muñeco al que agarrarse. Iluso. Yo soy el que no se para a desear de verdad buenos...

Gritos

Estos días no soy yo. Soy yo y mi zumbido constante, mi ruido de fondo, y mi otitis. Estoy medio sordo. Esta semana está siendo como tener la cabeza metida bajo el agua, todo el tiempo. Subo el volumen de la tele, o el de la radio del coche, me disculpo y pido que me repitan las cosas, no me doy cuenta la mitad de las veces que se dirigen a mí... Pero creo que voy a tomármelo como un nuevo poder jedi. Vivir estos días en un mundo de murmullos tiene sus ventajas. Y me he dado cuenta de que levantar la voz no es necesario. Ni siquiera recomendable.

Hay un propósito que casi todos los padres y madres nos hemos hecho alguna vez, y es el de no gritarle a nuestras criaturas. Un propósito complicado, mucho, pero no utópico. Gritar es amedrentar, es abusar, es una agresión. Y es una señal de falta de recursos en situaciones que me sobrepasan. Una derrota. Ya no es una cuestión de mala o buena educación –que también–. Desde muy pequeños, a Luke y Leia les hemos insistido en que no levanten la voz, que pueden y deben comunicarse con respeto y con calma, que es la mejor manera de entenderse, y de hacerse entender. Una lección que hay que afianzar cada día, pero que yo mismo no acabo de aplicarme, fallo muy a menudo, demasiado. Pero sigo aprendiendo.

Hace algún tiempo que evito levantarles la voz, pero a menudo mi carácter Sith vehemente me traiciona. En esas ocasiones en las que la paternidad te supera como una marea y te pilla bajo de midiclorianos y paciencia, falto de sueño, o mal de tiempo para cumplir mis horarios de adulto–no los suyos–, salen mis malas maneras. Subo el volumen, y aparece el pequeño Darth Vader –perdón por la metáfora, Carlos– que hay en mí. Y son ellos mismos los que me lo hacen saber, a veces de una forma que llega a doler.
«Pero no me grites, papi...»

Y me dan un hostiazo de realidad, y de humildad. Después de insistirles durante tanto tiempo en que no griten, cuando ya lo tienen asimilado y han interiorizado que alzar la voz no es lo correcto, ahora son ellos los que enseñan a mí. Me dan una lección, otra vez. Me enseñan que les duele, que quieren mi respeto y no soportan que les maltrate. Que les pone tristes, o les brotan las lágrimas y hasta el llanto cuando una de las personas que más necesitan y de las que más necesitan cariño, apoyo y comprensión, les grita.

No tengo ni idea de educación emocional, ni leo manuales sobre apego. No soy perfecto, ni muchísimo menos, soy bastante lerdo, no paso del ensayo-error y la improvisación. Pero sí sé cuando algo hace click y funciona. Y cuando no. Llamadlo una razón egoísta, cobarde, o instintiva, pero no me gusta sentir que le hago daño a mis hijos.

Hace algún tiempo que intento evitar levantarles la voz, y aún así, a veces sigue escapándoseme algún grito...

P.D.: Ya se verá si mi sordera y yo somos capaces de sacar adelante el #ViernesDandoLaNota de esta semana...

¡Que la Fuerza os acompañe!
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Comentarios

  1. Tienes toda la razón. Pero somos humanos. Deberíamos saber gestionar mejor las emociones y no perder nunca la calma, aunque sólo sea para darles ejemplos, pero la realidad es otra. Hoy sin ir más lejos. Les llevé a la feria para que pasaran un día maravilloso y hubo peleas entre hermanos, lloros por puros caprichos, accidentes sin importancia, pero con más lloros... Y yo todo el rato aguantando el tipo y gestionando los conflictos como podía. Hasta que he llegado a casa, he hecho la cena, se la he puesto delante y el pequeño me ha dicho "yo no me voy a comer eso". Ahí, ahí es cuando he estallado: gritos, lamentos, perjurio y rasgadura de vestimentas. Mis hijos no entendían nada. Pero es que somos humanos. Cuando me he calmado les he hecho ver que me han hecho pasar un día difícil y que al final lo más nimio es la gota que rebosa el vaso. Con otras palabras. Buf, como me enrollo. Lo que quiero decir es que si siempre les tratas con respeto, les demuestras con creces que les quieres, intentas explicarles las cosas con paciencia... Por un día que explotes no pasa absolutamente nada. Entra dentro de lo normal de ser seres imperfectos ;)

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    1. Bueno, esa 'normalidad' la quiero desterrar. no quiero que sea normal que estalle, no quiero tener excusas. Es complicado con la vida que llevamos y el estrés de la vida y la crianza, pero hay que conseguirlo. Es uno de mis objetivos, aunque tropiece de vez en cuando. ;)

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  2. Cuando seamos perfectos....
    Sabes lo que consiguió que yo cambiara el chip casi para siempre?
    Explicarles que era yo la que estaba haciendo algo mal y no ellos.
    Contarles que el trabajo no me había salido tan bien como yo quería o que era tarde y todavía tenía que hacer la cena.
    Ahora, que son más altos que yo, les pido que me dejen desesperarme y gritar, que lo necesito, y pongo la radio y discuto con el locutor, por ejemplo

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    1. Pues básicamente eso. Pedir perdón por perder los papeles, y excusarse, en la medida que vayan entendiendo estas cosas. Los padres tenemos que aprender humildad, y pagarlo con el locutor, o con el pulpo, que queda más tierno después de desahogarte con él ;)

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  3. Yo eso ya lo traigo de serie así que una cosa que me quito. Quizá sea por mi timidez o yo qué sé pero no me gusta gritar, a no ser que sea para llamar a alguien lejano o por algún juego o similar.
    Sí que pierdo la paciencia pero la exteriorizo de otras formas.
    Animo compañero!

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    1. Pues qué suerte la tuya. Ya me gustaría a mí ser algo más mesurado a veces...

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  4. Ay qué identificada me siento!
    Desde luego no te hacen falta libros o manuales, y de hecho deberías editar el tuyo propio.
    Cuánto nos enseñan estos peques, y cuánto duele mirarse a veces en el reflejo que nos ofrecen de nosotros mismos. Pero siempre estamos a tiempo de cambiar y mejorar. Esto es un aprendizaje continuo.
    Espero que se te cure pronto la otitis
    Un saludo

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    1. Ay! Apenas me da para ir escribiendo algún post de vez en cuando, y contestar con muuucho retraso vuestros comentarios, como para meterme en escribir un libro!!! xD
      El caso es que nosotros les enseñamos a crecer, a madurar, y ellos , si les dejamos hacerlo nos enseñan a ser mejores padres ;)
      Besos

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  5. Hay épocas, yo con la ciátíca y constante dolor día y noche estaba muy alterado y gritaba más, bueno más que gritar reñía, pero me sentaron y me dijeron que no les gustaba como me estaba comportando, pedí perdón e intenro que le estrés y el dolor no lo pagen ellos. Tienes toda la razón.

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    1. El estrés es demoledor para mantener una relación sana con los demás, sobre todo con los que dependen más de ti. Nos altera, y siempre para mal.

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  6. Me siento muy identificada con tus palabras. El otro día mi hija de 8 años me dijo que por qué le gritaba yo y a ella le decía que no se grita. Le dije que tenía razón. No me gusta gritar y no suelo hacerlo pero a veces es la gota que colma el vaso, como decían en otro comentario y estallo. Luego me arrepiento. Me he leído un libro llamado "Disciplina sin lágrimas" que me ha gustado mucho y me hace pensar, pero todavía me queda mucho para ser medio perfecta.

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    1. Perfecto no somos nadie. La cuestión es mejorar día a día ;)

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