Hay una situación social muy común, muy habitual, muy normal. Todos lo hacemos. Todos somos partícipes de esta
convención social. Llegamos, y besamos para saludar. Nos vamos, y besamos para despedirnos.
Educación, es la forma más común de describir esta convención. Somos conscientes de qué significa un
beso. Puede ser más afectivo, más cariñoso, más respetuoso, más casto, más travieso. Pero todos sabemos qué beso damos.
Para un niño o una niña pequeña, un beso no es cuestión de educación. Si quieren demostrar
cariño, por imitación, besan. No son maleducados por no querer dar un beso a alguien. Ni siquiera a alguien cercano. Y mucho menos si es a alguien –para él o ella– desconocido. Un día te dan un beso, porque les brota, te quieren, se alegran de verte, y al día siguiente, queriéndote igual, no te lo dan. Es así de simple. Y si no quieren dártelo, te fastidias. Es así de
simple.
En muchas ocasiones nos hemos descubierto obligando a los pequeños a besar, en contra de su apetencia, de sus ganas, de su
voluntad. Bajo la excusa de demostrar educación. Cuando lo que de verdad sería educar correctamente es enseñarles a decir
NO cuando quieran decir
NO. Porque hay muchas formas de pedir, incluso de pedir un beso, y también hay formas de negarlo, de decir
NO. Incluso educadas.
Yo le doy besos y cariños a mis
padawanes. Constantemente. Y se los pido. Si me los devuelven, soy feliz. Es un
contacto especial, la mejor de las sensaciones, por muy efímera que sea. Te regalan un microsegundo de
felicidad en su simpleza, te llenan. Pero es eso, un regalo. Y los regalos hay que darlos
libremente. A veces, al pequeño
Luke no es necesario ni que se los pidamos. Le encanta darnos y devolvernos besos, a todos. Hasta se pone besucón, y nos conquista con tantos cariños.
Leia no es tan
expresiva, pero también tiene sus momentos. Pero espero que nunca, nunca, se me ocurra reprocharles una
negativa. Mucho menos enfadarme.
Decía el compañero
Javier de Domingo que pedir los besos está bien, pero hay que saber pedirlos, disfrutando del
SÍ cuando te besan de buena gana, y aceptando y respetando el
NO. Porque significa que son libres, sin presiones, sin manipulaciones, sin condiciones. Ni premios ni castigos. Respeto.
Libertad.
Los niños debe ser libres para decir
NO, y ser respetados. Ignorar a los pequeños e insistirles para que besen a alguien por mantener una convención de adultos, una educación de adultos, o por evitarnos una situación incómoda con un tercero, es enseñarles que el
NO –su
NO– se puede ignorar, que no se le respeta. Y como
padre, eso es algo que no quiero que aprendan. Quiero que aprendan a sentirse libres para decir
NO a un adulto.
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