No pensaba escribir sobre esto, la verdad. Estaba
mentalizado y
prevenido para la experiencia, pero en la hora y media que duró el primer día de
colegio de los
padawanes, la "jornada de
adaptación", se me agolparon muchas cosas en la cabeza. Unas mejores y otras
peores. No dejaba de pensar en cómo viviría el momento de dejarlos en la puerta. Me lo había imaginado, y sabía que lo iba a pasar mal. Lo que no sabía o no tenía claro del todo es cómo lo pasarían ellos, y esa
incertidumbre empeora la situación. Iba a ser la primera vez para los pequeños, que no han ido a la
guardería. Y no podía evitar preguntarme si pasarían miedo, si sentirían
abandono, si encontrarían consuelo. Todo el mundo te dice que se les pasa rápido, y en unos minutos están
jugando, pasándolo bien con los nuevos amigos, y las maestras los cuidan y tranquilizan.
Pero no ha sido suficiente. No me ha
consolado. Y además he tenido sensaciones que no esperaba tener. Llevamos ya semanas
animándolos, celebrando que van a ir al cole y van a jugar con muchos niños y van a aprender muchas cosas, y han salido de casa
contentos y con ganas de llegar. Al acercarlos a la
entrada del colegio, cada uno de una mano, entre multitud de madres –y algún padre y abuelo– me he visto como arrastrado por una
inercia. La pequeña
Leia se ha soltado entre la
marabunta de niños y adultos, y ha ido con su nueva 'seño', a su fila, casi sin inmutarse. Ha sido
"mu valiente, papi". La he perdido de vista rápido, pero no me he preocupado más porque la he visto tranquila y
contenta. Y
Luke ha sido soltarse de mi mano, y girarse llorando, buscándome. Han tenido que llevárselo.
Hasta ahí tenía el asunto más o menos
controlado, era lo que esperaba, y pensaba que estaba preparado. Tras la puerta se escuchaba llorar a varios niños, pero yo sólo oía el
llanto de
Javi Luke. Y no he podido evitar
asomarme sobre la tapia del colegio, de puntillas, para ver cómo cruzaban el patio y entraban al edificio.
Una de las cosas que pensaba es que estaban
asustados, cada uno a su
manera. Habrá días que cueste más, otros menos. Los dos, o ninguno. Pero aparte del
mal rato de miedo, de rechazo, o de desamparo que puedan pasar momentáneamente, he pensado que quizás puedan dejar de sentirse
especiales. Uno y una más de la fila, de la clase. Otro niño y niña más a los que le dedican la atención sus 'seños'.
Poco a poco el pequeño
Luke se iba
tranquilizando, y las maestras lo calmaban, lo llevaban adentro junto a los otros niños, con cara de asustado, de no saber
nada. Cuando han salido, yo ya estaba allí, entre la misma marabunta de padres y madres y abuelos. Y ya estaban serenos, y hasta
contentos. Yo quería que se sintieran de nuevo
especiales. Lo habían pasado bien, cantando y jugando, conociendo a otros niños. Hasta llevaban una pegatina sonriente, por haber estado contentos. Hasta mañana. Yo no podía dejar de pensar en
mañana. Espero que mi fase de adaptación también sea corta. Se me va a hacer muy duro. Y siento haberos soltado este post de
desahogo.
El mobiliario escolar no solo proporciona comodidad, sino que también crea un entorno propicio para el aprendizaje. Desde sillas ergonómicas hasta mesas versátiles, su diseño influye en el desarrollo educativo y la experiencia estudiantil.
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