Este fin de semana pasado hemos tenido
escapada familiar. Y con familiar quiero decir abuela, titos, primos, madrina, y todos a la sierra. En una casa rodeada de
castaños, en plena naturaleza, chimenea, patio cubierto de
erizos de castañas, paseos por el monte, juegos, carreras, risas... Pues más o menos. Los pequeños
padawanes han tenido sus
momentos.
Ya sabemos que "
los terribles 2 años" son
imprevisibles. A eso hay que sumar que los pequeños pasan de vez en cuando por fases de
papitis y/o
mamitis, y
Luke aún sufre los efectos de las últimas
muelas que le quedan por salir. El caso es que estar un poco
descolocado en una casa desconocida, y con más gente alrededor de la acostumbrada, aún siendo familia y conociéndolos, no ha ayudado. A ratos
Luke ha estado protestón y caprichoso, y pidiendo
brazos y mimos de la madre y míos. A armarnos de
paciencia. Sin embargo, la pequeña
Leia, en su linea, sí ha pasado un buen fin de semana, jugando a 'su bola', recogiendo palos y flores, y
charlando con casi todos. Han jugado y alborotado con su primo y sus titos, y con la
Yeya, pero el peque no lo ha pasado tan bien como esperábamos. Al menos no todo el tiempo.
Teníamos muchas ganas de que desplegaran todo su
encanto, y todas sus
habilidades, cantando,
parloteando, practicando esa mezcla de castellano e inglés tan simpática, que jugaran con todo el mundo, que
estrecharan lazos. Entre otras cosas, también es bueno que los peques salgan fuera de su
zona de confort. Ahí es donde está lo inesperado, y las oportunidades de conocer cosas nuevas, de tener nuevas experiencias. Y de esas han tenido un montón; patear hojarasca, ver un agujero en un castaño e imaginar la casita de un búho o una ardilla, la chimenea, hacer equilibrios en troncos caídos... Es una
zona de aprendizaje, donde aprender a sentirse más seguro.
Llegó el momento de la
vuelta a casa, y al rato de montar en el coche, los
padawanes volvieron a su zona de seguridad. El camino de retorno lo pasamos cantando, riendo, y charlando. Hasta se acordaban de algunos de sus juguetes que esperaban en casa. Y claro, al llegar, tocaba jugar un rato, daba igual la hora, o lo cansados que estuviéramos. Suele pasar que el trayecto de vuelta no es tan largo como el de ida. La razón es que nuestra zona de confort
se amplía cada vez que salimos de ella y asimilamos algo nuevo en la zona de aprendizaje. Y cada vez nos sentimos un poco
más seguros en un radio un poco más amplio. Poco a poco. Es otra forma de hacer nuestro mundo más manejable, y hacer desaparecer por el camino algunos miedos. Es otra forma de
crecer.
¡Que la Fuerza os acompañe!
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