En Huelva se usa una expresión, bastante extendida, y de la que siempre me gusta explicar su origen, cada vez que se da la ocasión: 'Saber mas que Briján'. Y últimamente la ocasión se da a menudo.
Huelva tiene una importante influencia inglesa, desde finales del siglo XIX y principios del XX, por la actividad portuaria y minera de la zona. Fundaron multitud de instituciones y levantaron construcciones por toda la provincia. El barrio de la Victoria en Huelva, las antiguas casas de veraneo en Punta Umbría (nos estamos alojando este verano en una), la fundación del Club Recreativo de Tenis y el de Fútbol, decanos de estos deportes en España, y muchos otros ejemplos.
Tan importante era la colonia inglesa que tenían sus propios servicios y sus propias escuelas. Y por lo visto, entre los profesores había uno, muy popular, llamado O'Brian, y que debía saber mucho, y mucho de todo. No me preguntéis cómo es posible pasar de O'Brian a Briján. Para eso hay que tener el oído, el habla y la pronunciación de aquí.
Ahora al caso. Este verano ya he publicado algún post y alguna foto playera. Estamos pasando unos días con la familia en
Punta Umbría, que para la gente de Huelva es como nuestra
playa familiar. Muchos nos hemos criado aquí. Los peques están con su
abuela, sus primos y sus titos. Especialmente
Luke está como loco con su
Yeya, o su
Lela, según cómo le dé por pronunciarlo. Es verla y correr a sus brazos. Y tengo que reconocer que mi suegra (a la que adoro) es
genial con los niños.
Además estas semanas hemos llevado a cabo (y buen término) la 'Operación Chupete', que con 19 meses no está nada mal. Ni ha sido traumático, ni complicado, ni trabajoso. No se acuerdan de él ni para dormir.
A cambio, para acostarlos tenemos que echarle un ratito más y un poco más de paciencia. Tranquilizarlos y dormirlos, más o menos a buena hora. Abrazarlos, acunarlos, cantarles (o recitarles 'La canción del pirata' de Espronceda, como hace la Maestra Jedi). Es lo que pasa cuando lo único que quieren es seguir y seguir jugando, que no pare la diversión.
Alguna noche que hemos salido a cenar, se han encargado de ellos sus titos, y al parecer, en estas ocasiones no han dado guerra, ni llantos, ni lucha por seguir con la fiesta. Los dejan en su cuarto, los mandan a dormir, y hasta la mañana siguiente.
Cuando Luke quiere salirse con la suya, recurre a la Yeya. Cuando intentamos acostarlos a la hora de la siesta, llantos y resistencia asegurada al menos 20 ó 30 minutos. Sin embargo, si es la Yeya o la tita la que los lleva a la cama, ahí se quedan, tan tranquilos, conformes. Pero claro, a papá y mamá ni caso, con nosotros sí se puede guerrear y resistirse. Saben a quien sí y a quien no pueden recurrir, y a quien sí y a quien no pueden torear. Saben ya más que Briján. Santa paciencia, le dicen. ¡Miedo me da la vuelta a casa!
Y es que salirse de la
rutina tiene estas cosas.
¡Que la Fuerza os acompañe!
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