A veces creo vivir dentro de un
experimento. No como objeto, sino como
observador accidental. Yo solo sigo el ritmo, me dejo arrastrar por la inercia y la
Fuerza. Y soy testigo de escenas, logros y ocurrencias que me dejan sin saber cómo reaccionar. A veces alcanzo a hacer unas fotos, y
otras hasta las escribo aquí. En muchas ocasiones solo puedo sonreír y seguir observando.
Los
padawanes ya están de
vacaciones, y estas ocasiones se multiplican. Pasar el día entero con ellos es
agotador. Y ahora con cinco años y medio hay días que son más
intensos que cuando tenían
dos o
tres. Ayer fue mi día de
descanso: desayunos, papeleo a primera hora para recoger los
chequelibros, compras, visita al Ikea –esto ya es
una paliza en sí misma–, discusiones por algún juguete o el rotulador de turno, recoger, cocina, comida, un rato de tele, más discusiones, segundo intento de recoger, piscina, juegos y
corchopanes toda la tarde, cenas, duchas, cuentos. Y todo con ellos. Intercalad también un par de
bailes a seis pies, y alguna función improvisada de
microteatro por parte de
Leia. Y muchas risas y
muchos tequieros.
Y la mitad de las veces, sí, estoy con ellos, pero en realidad solo soy un
acompañante, el observador de este
experimento. Como si fuera un vídeo de la
Iniciativa Dharma, o los
Observers de
Fringe. Las cosas pasan delante mía. Ellos hacen que pasen.
Ocurren. Yo solo soy testigo, pero realmente da igual,
no importa si estoy o no o si participo.
Hay
silencio en la casa mientras empiezo a preparar la comida. Como ya sabemos lo que eso significa, me asomo al salón. Y veo que
están dibujando tranquilamente. Sonrío y sigo observando. Hasta que descubro que
Leia ha encendido la tele, ha puesto unos dibujos en la aplicación de ClanTV, y ha pausado la imagen para poder copiar a los personajes. Me quedo
flipando. Tengo el móvil a mano, así que reacciono y hago
un par de fotos, y vuelvo a la cocina,
sonriendo. Y en silencio. El silencio es un bien muy preciado cuando hay
mellizos en casa.
Ya es media tarde. Levanto la vista y los veo jugar en el césped.
Luke sigue en bañador, y se ha puesto las gafas de sol que nunca quiere ponerse,
collares de cuentas de colores y pulseras a juego, como su hermana y una amiga que compartía risas y galletas con ellos. Parece sacado de un videoclip playero de
Jefferson Airplane. El que nunca quiere disfrazarse ni pintarse la cara. Y está riendo a carcajadas. Hasta me deja hacerle alguna foto –que no os enseñaré– con esa pinta. Y sigue jugando y
riendo.
Volvemos a casa charlando
los tres de la mano. Aún nos queda mucha batalla por delante, pero yo voy pensando que sigo siendo el
testigo accidental. El observador de un
experimento. Más tarde, a la hora de la cena se han pasado cinco minutos
repartiendo besos y tequieros entre los cuatro, entre ellos, entre nosotros. Ha sido cosa suya, son ellos los que hacen que pasen estas cosas,
que ocurran. Y esta vez, quizás por cansancio, ni reacciono para hacer fotos,
casi ni para escribirlo.
Ahora son las dos y pico de la noche y sigo pensando lo mismo. La suerte que tengo de poder presenciarlo todo, y seguir
sonriendo.
Observa, disfruta los buenos momentos, son oro.
ResponderEliminar❤
Totalmente. A veces me da hasta pena no haber apuntado o grabado alguno de esos momentos espontáneos. Son tesoros que difícilmente se repetirán cuando sean algo mayores. 😉
EliminarGenial, las vacaciones comienzan y nuestra vida cambia. Sobre todo los que nos quedamos en casa con ellos. Vivimos sus andanzas y es verdad que algunos días son más intensos que otros. Pero es perfecto estar ahí.
ResponderEliminarUn besillo.
Y por estar con ellos más horas al día nos damos cuenta de la cantidad de cosas que han ido aprendiendo y nos vamos perdiendo ;)
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