Una de las frases sobre la paternidad que he escuchado de vez en cuando y que comparto completamente es esa que dice que
"ser padre es como volver a ser un niño". Y digo que estoy completamente de acuerdo, porque hacía años –muchos– que no jugaba con plastilina, levantaba torres con bloques de madera, daba saltos y revolcones en la cama, pintaba monigotes con ceras, o montaba puzles de 12 piezas. Y además
disfruto con todo eso. Ahora los escaparates en los que más me detengo son los de las librerías infantiles, y sobre todo, los de las
jugueterías.
Últimamente, gran parte de los caprichos que voy añadiendo a mi
wishlist de Amazon son
Legos, cuentos y películas infantiles, o
action figures, para cuando
nos llegue la edad. Estoy deseando que crezcan para regalarnos ese Halcón Milenario de
Lego, o ver las pelis de
Los Goonies, Dentro del Laberinto, La Guerra de las Galaxias, o Gremlins. O echarnos unas partiditas al
Mario Kart, al Little Big Planet o a lo que se tercie dentro de unos años.
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Foto de la Maestra-Jedi. |
Hace unos días, esta
regresión a la infancia tan particular se desbocó. Hablando por teléfono con mi madre, la
Yeya Isabel, me cuenta que haciendo limpieza en casa ha encontrado unas cajas donde guardaba algunos de mis juguetes de niño. Entre ellos una con mis
Clicks de Famobil –ahora
Playmobil–. Y que sería genial enviármelos para los pequeños
padawanes. Cuando los vi, fue inevitable recordar las horas y horas que pasé con ellos jugando con mi hermano, el
tito Kiko. Y recordé los TENTES –los adoraba–, los Meccanos, el Exin Castillos, los
geyperman y los
madelman, el fuerte Comansi, el CinExin, los Juegos Reunidos, el Magia Borrás, el Colorines, los sobres de soldaditos de plástico, el Quimicefa,... Y ya más tarde llegaron los Game&Watch de Nintendo –las primeras maquinitas que recuerdo–, el Atari y el Spectrum...
Cuando le enseñé a los
padawanes la bolsa de mis
clicks, no parecían saber muy bien qué eran aquellos muñecos. Supongo que no los relacionaban con ninguno de los personajes de dibujos o de los cuentos que conocen. Pero en seguida le llamaron la atención los caballos. Era cuestión de minutos que empezaran a ponerlos en fila, los montaran, desmontaran o hicieran carreras. Claro que también era cuestión de unos pocos minutos más que empezaran a volar por los aires, y gorros y piezas desaparecieran debajo del sofá y los muebles del salón. Así que después de que la abuela los hubiera tenido guardados tantos años –en los pies llevan grabada la marca de fabricación,
¡de 1974!–, mejor nos ponemos a recoger y los sacamos otro día. Las
herencias hay que cuidarlas.
Ahora de vez en cuando encuentran algún muñeco suelto entre sus juguetes, o un gorro, un caballo o alguna otra pieza, y se acuerdan de ellos. Y yo no puedo dejar de sentir un
pellizquito cada vez que
Luke o
Leia me dicen que quieren jugar con los
"clicks de papi".
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