Hoy –ayer, 3 de diciembre– hace 1095 días, mil y 95 noches, que aterrizaron en nuestra vida las
padawanes. Hoy
Luke y
Leia cumplen
tres años. Y uno piensa que estas cosas, estas efemérides, hay que celebrarlas, claro. Y hay que hacer repaso y recopilación de recuerdos y anécdotas. Pero llega un punto en el que es
imposible. Ya el año pasado, en el segundo cumpleaños, era imposible contar los avances de los pequeños, tan solo
unos cuantos. Y las cosas que quedan en el tintero dan para mucho más.
Este año ha pasado rápido,
muy rápido. Demasiado. Y hemos cambiado mucho. Para empezar,
Luke y
Leia ya van al colegio. Así que imaginad los cambios y avances que eso supone. De estar todas las mañanas en casa conmigo, ahora tienen a sus
seños y a un montón de amigos. Antes mis mañanas giraban completamente en torno a ellos.
Ahora no, ahora me ciño al horario. A
su horario. Antes no importaba demasiado la hora de levantarse o desayunar, o la hora de comer. Ahora miro más al reloj que a los juguetes.
En este año hemos pasado además muchas otras
aventuras.
Luke sigue teniendo esa pequeña fijación por la Luna, a la que es capaz de localizar en segundos incluso a plena luz. Pero le ha añadido un compañero: el planeta Marte.
Leia sigue siendo tan colaborativa en casa, y le encanta ayudar –a su manera– cuando hacemos la comida o la compra.
Luke sigue haciéndose el dormido, apretando los ojos.
Leia sigue siendo la reina del mando de la tele, del iPad, del móvil de la
Maestra-Jedi...
Luke sigue con sus juguetes favoritos, su
'yayomacuín' y sus
'jacas'. Y su color
rojo. Siempre rojo. Como Marte.
Leia sigue canturreando en
inglés cualquier canción de los CDs o del cole.
Luke sigue pidiendo el
'tubito' del sacamocos, como si tal cosa, cada vez que está atascado. Y siguen pidiendo su parte cada vez que intento tomarme un
helado de postre...
Y además las
aventuras no han hecho más que aumentar y acumularse. Aparte de empezar a ir
al colegio, este año nos hemos olvidado de los
pañales,
Leia ha descubierto a
Hello Kitty, le apasiona el color
rosa –imposible escapar de él–, y las
ceras y hay días que llega del cole pidiendo papel y lápices.
Luke confunde a
Spider-Man con Superman –ya hablaremos seriamente sobre esto–, y se ha hecho fan total de
Bob Esponja. Ha aprendido muchas formas de jugar, y de hacerme reír, de sonreír y de mirar. Ha descubierto su
Mirada Magnum –esto tiene un post pendiente–, y su entusiasmo –la palabra que mejor lo define– ha crecido ya hasta la
talla 26. Tenemos que mordernos los labios muchas veces para evitar reírnos cuando los dos empiezan a
charlar entre ellos, como niños mayores, y a soltar frases y expresiones que ni sabíamos que conocían. Hemos ido a
Italia de viaje, y a la
playa, al
campo. Y han probado y tanteado varias veces con el
Reverso Tenebroso, pero parece que les tira más el
Lado Luminoso de la Fuerza. En este año
Luke y
Leia han aprendido a decirnos
"te quiero mucho, mamá", y
"te quiero, papi" –pero sobre esto no habrá post, es indescriptible–.
En este tercer año hemos aprendido –me han enseñado– cómo es la
mejor forma de criarlos, la suerte que es esto de
tener mellizos, y hasta hemos tenido tiempo de salir en el
periódico, en la
radio, ¡y hasta en la
televisión! ¡Si incluso nos dieron –a mi y a ellos– un premio muy importante, al
Mejor Blog de Sevilla 2014! Hemos escrito un libro. Bueno, parte, un
pequeño capítulo. Y hemos intentado
conciliar la vida laboral y familiar como hemos podido.
Y como hace 365 días atrás,
Luke y
Leia siguen siendo capaces de hacer
extraordinaria cualquier situación, o cualquier logro o anécdota en estos tres años, por sencilla y común que sea. Ha sido un año increíble. Los
padawanes y su madre son capaces de hacerme
feliz, de hacer mi vida muy especial. La más
especial.
Y yo sigo sin ser capaz de escribir y terminar esta entrada sin dejar de
sonreír en cada párrafo.
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