Lo de las
fases por las que pasan los pequeños es algo
universal. Todos hemos
sufrido tenido rachas buenas, malas, regulares, semanas de berrinches y pataletas constantes, o meses de celos, caprichos, poco apetito, rebeldía... Uno no sabe muchas veces a qué atenerse cuando se encuentra de golpe con una situación que rompe con lo acostumbrado, uno de esos
volantazos que de cuando en cuando nos dedican los
padawanes para que no nos acomodemos demasiado, o pensemos que esto es
'pan comido'.
Las
fases del sueño, que yo recuerde –porque ya he comentado en otras ocasiones que tengo memoria de
padre pez–, hasta ahora han sido tres. Tres por niño, aclaro. Desde lo bien que se dormían en sus cunas siendo muy pequeños, a los
cambios de rutina tras el verano del año pasado. O este mismo, tras la
Operación Pañal. O cuando dejaron de hacer la
siesta, para que el día terminara a una hora razonable, y que nosotros pudiéramos también
descansar y relajarnos. Las rachas malas del
Reverso Tenebroso fueron pasando –y pasan–
una tras otra.
El adiestramiento de los pequeños aprendices de
sith jedi entró el mes pasado en una
nueva fase, y ahora las rutinas están marcadas por el
horario escolar. La jornada empieza muy temprano, más que antes, y eso ya se hace notar para el resto del día. Sin embargo
Luke sigue siendo un saco de energía, una
máquina de agotar, y aguanta con su ritmo entusiasta –una palabra que lo define a la perfección
– hasta la tarde, por muy temprano que se levante. Esto se traduce en que a veces llega la hora del baño y la cena, y él solito quiere irse a su cuarto y se tumba bocabajo en su cama,
agotado. Frito,
hasta mañana.
Pero ahora estamos con la pequeña
Leia y su
círculo vicioso del sueño. A la pequeña le cuesta llegar despierta a la hora de comer, y a menudo da una
cabezada al llegar del cole –cuando no llega ya
medio dormida en mis brazos–. Está tan
cansada y con tanto sueño que a veces se pone de mal humor, y llegan los
berrinches. Y al final, acaba dormida. No pasa siempre, pero ya sabemos que puede ocurrir. Y si duerme más rato de la cuenta, no hay forma de que por la noche se acueste temprano. Ni cuentos ni gaitas. Hay que convencerla, e
insistir, y se levanta varias veces de su cama con cualquier
excusa. Al final, no descansa ni tanto ni tan bien como necesita. Así que al día siguiente, vuelta a
empezar...
Como pasa casi siempre, estas situaciones y fases suelen ser
transitorias, aunque se alarguen más de lo que quisiéramos. Poco a poco todo vuelve a la normalidad. O mejor dicho, llegamos a una nueva
normalidad. Porque ya nada vuelve a ser como antes.
¡Que la Fuerza os acompañe!
P.S. En los últimos días estamos teniendo un nuevo invitado en esta ecuación de difícil solución: la fiebre. No vaya a ser que durmamos una noche del tirón...
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