Llegan los
Reyes Magos. Para muchos la culminación de las fiestas navideñas, y sobre todo para los más pequeños, el momento más
mágico y emocionante. Si hay un sentimiento para describir cada día del año, para éste es sin duda el de la
ilusión. Casi todos tenemos un recuerdo muy especial de este evento cuando éramos pequeños. Y poco a poco con el paso de los años, pasamos a vivirlo de forma distinta. La ceremonia de buscar el
regalo perfecto, ocultárselos a sus destinatarios, envolverlos, y entregarlos o recibirlos de tus seres cercanos sigue siendo entrañable, pero no es ni mucho menos tan
intenso como lo viven los niños.
Mis
padawanes aún son pequeños para vivirlo
plenamente, aunque las fiestas son una gozada para ellos. Aún no les sirve eso del
"Pórtate bien o los Reyes te van a traer carbón!". Y espero que nadie caiga en la tentación de amenazar/chantajear a mis niños con esa barbaridad. Además, en mi casa está la peculiaridad de que yo cumplo años el día de
Nochebuena, y es casi tradición tener los regalos desde ese día, y así de paso disfrutarlos durante el resto de las vacaciones.
Esto nos plantea un
inconveniente. O lo hará en uno o dos años, más aún con la llegada del primo Alonso hace casi un año. Tendremos que organizarnos todos de otra manera. No es que yo tenga un interés especial en que crezcan creyendo en la
historia de los Reyes de Oriente, como en ninguna con raíces
religiosas. Pero el entorno casi te obliga a ello. No me refiero a presiones de familiares más o menos creyentes, sino al hecho que que no puedes
frustrar las ilusiones de los demás, empezando por las de tus propios hijos.
Con este tipo de temas, no falta el que sale con aquello de que para disfrutar de las
Navidades (y de la Semana Santa) sí que nos vale la
religión. Y siempre tengo que responder más o menos lo mismo, que no se trata de eso, sino de una
tradición, una herencia cultural común, más social que religiosa, salvo para los sectores muy creyentes de la sociedad. Y si se insiste, siempre puedo recurrir al tema de la
Saturnalia romana. Para disfrutar de los
cuentos de hadas –la comparación es intencionada– no hace falta creer en
Campanilla. El caso es que yo no puedo permitirme robar la magia de los Reyes Magos a mis hijos. Ni a los demás. Ni quiero que mis hijos sean los que le
frustren la ilusión a otros.
No sé cómo lo plantearemos cuando llegue el momento en el que sean conscientes, quizás ya para el año que viene. Tanto me vale todo esto para los Reyes como para
Papá Noel, pero una cosa sí tengo clara, y es que intentaremos mantener la magia, la felicidad y la ilusión de la Noche de Reyes de mis pequeños
padawanes todo el tiempo que nos sea posible. Aunque para ello tenga que disfrazarme de
Armadillo Navideño.
¡La tradición de Reyes es mágica! Para hacerla aún más especial, considera regalos personalizados hechos de madera. Estos detalles únicos y artesanales añaden un toque personal y duradero que encantará a tus seres queridos.
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